LA PUERTA MÁGICA
Por Lucía Blanco García
Érase una vez unos
niños llamados Gema y Marcos que fueron al Parque Europa con su familia. Cuando
entraron, vieron la Puerta de Alcalá, y salieron corriendo hacia ella, mientras
que la familia se quedó hablando.
Entraron por el arco y
de repente, dijeron:
–¡Hala, dónde estamos!
Y Marcos contestó: -
¡Creo que la puerta era mágica!
Todo estaba lleno de
flores. Los niños se tiraron al suelo. ¡Entre las flores había una trampa! ¡Se
cayeron por un agujero! Cuando se dieron cuenta, estaban muy doloridos y, de repente,
sonó algo. Los niños estaban muy asustados, miraron a su alrededor y vieron una
puerta con ojos y boca. La miraron y pensaron:
–A ver, si es eso es lo
que hizo ruido antes. Se acercaron, tocaron y la puerta chilló muy fuerte. Los
niños la preguntaron:
–¿Dónde hemos caído?
La puerta contestó: “Estáis
en un país mágico y habéis ido a una cueva inesperada. Para salir de aquí
tenéis que encontrar la llave mágica, que está escondida debajo de la tierra.
Los niños se pusieron a
buscar la llave y encontraron una señal en la tierra: ¡debajo estaba la llave!
Volvieron a la puerta,
metieron la llave en la boca y todo volvió a la realidad.
Corrieron al lado de
sus padres y les contaron lo ocurrido, pero estos no les creyeron.
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¿DÓNDE ESTÁS PECECITO?
Por María de la Torre
Un fin de semana Laura y sus papás decidieron viajar a Londres. Su papá le había contado que era una ciudad muy grande y bonita. Con muchos habitantes y sitios para ver.
El primer lugar que visitaron fue el Puente de Londres. Era un inmenso, con barandillas azules y unas grandes torres de piedra de cuatro pisos.
Papá me contó que en su construcción se habían utilizado 12.000 toneladas de acero.
Por debajo pasa el río Támesis. Cuando me acerqué a la barandilla vi un bonito pez, que jugaba en el agua. Yo quería preguntarle qué tal se vivía en el Puente de Londres, pero cuando le llamé, ¡¡¡pececito, pececito!!!, ya se había marchado.
¿Dónde estás pececito?, por más que miré, no lo encontré, pero pensé que sería muy feliz viviendo en un río con un puente tan grande y bonito, que además se levanta para dejar pasar a los barcos que navegan por el río.
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EL MEJOR ARQUITECTO
Por Álvaro Lugo Domínguez
Érase una vez una mujer que tenía un hijo de dos años. Era un niño muy listo, y tenía un sueño desde muy pequeño: quería ser arquitecto.
El niño fue creciendo y creciendo hasta llegar a ser un hombre de treinta y siete años. Consiguió ser famoso por hacer un monumento muy importante: la Torre Eiffel. Continuó haciendo muchos monumentos, llegando a ser un hombre muy importante.
Cuando llegó a la vejez se puso enfermo y murió. Pero la gente sigue contenta con él por haber hecho esos monumentos y le han recordado para siempre por ello.
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LA TORRE EIFFEL
Por Adrián Fuente
Érase una vez, en un laboratorio en París, donde se hacían experimentos con los monos. Un día se les escapó uno, al que habían dado pociones de ser más astuto.
Aquel día, a los científicos se les cayó una poción de aumentar el tamaño de las cosas y ese día había ido el mono y chupó la poción de aumentar las cosas, y cada vez que comía algo, se volvía más grande.
Uno de los científicos se dio cuenta de que cada vez que comía algo se hacía más grande, pero él creía que era su imaginación.
Al paso del tiempo le dieron mucho de comer y destruyó el laboratorio. El mono, al hacerse grande, vio la torre Eiffel y creía que era su casa. El mono fue hacia ella, pero cuando se acercaba un policía le vio y les dijo a los ciudadanos que fueran al refugio.
Pero el policía se dio cuenta de que iba a la Torre Eiffel, por eso llamó a los cazadores, con el arma que inventaron y les dijo que pusieran una poción de minimizar las cosas.
Pero el mono se subió a la Torre Eiffel, y, cuando se dieron cuenta de que la Torre Eiffel se inclinaba, un cazador metió la poción en la pistola y disparó al mono y se hizo pequeño. Desde ese día que el mono inclinó la Torre la llamaron la “Torre Eiffel inclinada”.
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